domingo, 8 de diciembre de 2013

LOS SAQUEOS EN TIERRAS DEL CORDOBESISMO


El “cordobesismo” es una singular definición realizada por José Manuel de la Sota la noche en que fue electo gobernador de Córdoba por 3ª. Vez. Una forma de hacer pública su plataforma nacional y a la vez marcar diferencias  con el kirchnerismo que no presentó candidato a la gobernación lo que hubiera significado al menos 10 puntos que  habrían frustrado su llegada.
También encierra el contenido político – social – económico y cultural de la propuesta delasotista, en el poder hace 14 años en la provincia. Un conservadurismo de derecha clásico, una alianza con sectores de los poderes fácticos y la cuota popular que pone el peronismo. La ecuación traza un acuerdo con la Fundación Mediterránea,  sindicatos, una parte de la iglesia y medios de comunicación  afines;  cadena3, Canal 12, radio Mitre Córdoba y La Voz del Interior.  Un gasto presupuestado de 800 millones de pesos para pauta publicitaria cierra el trato.
En su entorno dicen que está cansado, aburrido de la tarea de gobernar Córdoba. Viajes frecuentes, cada vez más largos fuera de país. Misiones comerciales sin resultados visibles pero que lo ayudan a poner distancia y aparecer vía twitter por algún rincón de tanto en tanto.
La reciente crisis policial que puso a la ciudad de Córdoba – 1.300.000 habitantes – al rojo vivo y desnudó la fragmentación social, sacudió con fuerza la gestión  gubernamental y la colocó al borde de la impugnación.
 La fuerza policial está prácticamente  autonomizada.  Cuenta con 22.000 efectivos, demasiados claramente, que  impactan sobre el presupuesto en sueldos que  a la vez  son de hambre para las jerarquías menores.  El narcoescándalo  tiene el efecto de un tsunami sobre la policía que ya se llevó puestos a los jefes de Drogas Peligrosas, la jefatura y al principal ideológo de la estructuración de la fuerza en la última década; el ex ministro de Seguridad, ex jefe de Policía, Alejo Paredes.  Jefes cuestionados, desprestigio y sueldos bajos un cóctel demasiado explosivo en una fuerza corporativa sin control civil alguno.
Cuando DLS viajó rumbo a Colombia a un encuentro de gobernadores en Cartagena de Indias (sic) la crisis estaba en plena ebullición.  Las esposas de los policías manifestándose reiteradamente por las calles de la ciudad era el mascarón de proa de la sedición que se estaba incubando y que puertas adentro corría como un camino de pólvora encendida.
Ahora bien. El gobernador fue sorprendido por la magnitud de los hechos o el gobierno contaba con información suficiente como para dejar que el desborde saliera de control y actuar después de los hechos producidos?  Todo indica que el gobierno no evaluó correctamente el alcance de la protesta y que fue corriendo detrás de los hechos.  Hermetismo total en el manejo de la crisis que a primeras horas del mediodía del martes 3 de diciembre, con acuartelamiento total de efectivos armados, mostraba los primeros signos del infierno que se viviría hasta el día siguiente  en una  ciudad tomada por saqueadores de toda laya y clase social en la madrugada del día miércoles 4, en momentos que el gobernador aterrizaba en el Aeropuerto Taravella proveniente de Panamá.
Lo demás es historia conocida. Twitter de madrugada,  puesta en escena bizarra en el Centro Cívico, aplaudidores de microclima, discurso para incautos, claudicación total, festejos de la fuerza extorsionadora, rendición sin condiciones del gobierno y la instalación de una sicosis colectiva que hace ver sospechosos en cualquier esquina.
Se vuelve de esta situación? Díficil. Hay un contrato hecho añicos por ahora. El estado incumplió al hacer faltar seguridad pudiendo haberlo evitado, sino como se explica que el pliego de condiciones haya sido aceptado en sus 14 puntos. La sociedad como va a restañar heridas profundas resultantes de  enfrentamientos, saqueos, 1 muerto y heridos?   
La complejidad y profundidad de lo sucedido hay que buscarlas en una fragmentación fomentada por falta de políticas integradoras, diálogo responsable para lograr nuevas formas de ver una realidad estrechada por discursos para la clase media desde el vértice y que se resume en un dato  no menor como es la vigencia del Código de Faltas que genera una especia de apartheid  porque va dirigido, así como está, a criminalizar a jóvenes varones pobres que son detenidos cuando vienen de sus barrios periféricos a los barrios más céntricos por su vestimenta, sus rostros y su color de piel. Los informes dicen que 77 mil chicos fueron detenidos en el año por aplicación del famoso código, que entre otras nimiedades le otorga al jefe de la comisaría la potestad de juez de primera instancia para encuadrar la falta a su antojo y disponer la pena. Resultado un par de noches preso, dedos pintados, certificado de antecedentes limpios requeridos para un empleo imposible de conseguir  porque figura la contravención que en muchos casos se trata del consumo de una cerveza en una plaza pero que es suficiente para  ser puestos con las manos sobre el patrullero, las piernas abiertas y ser cargados, ante la mirada aprobatoria de las señoras burguesas, rumbo al precinto.  Tanto abuso no genera resentimiento? La humillación a la que son expuestos no genera bronca?
 Desandar este camino para ir hacia uno diferente no es tarea de una generación gastada y totalmente incapacitada para explorar nuevos diálogos. El tiempo fosiliza ideas, aburguesa dirigentes, los vuelve ineptos para comprender realidades cambiantes.
 Hay ciclos que se cierran abruptamente a partir de un desencadenante. 
 

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