Macri representa lo obvio, la
posibilidad de la derecha de construirse sobre sus propias contradicciones y
avanzar con un liderazgo endeble pero sostenido por el sistema en todos los
frentes posible, agregándole una alta cuota del denostado populismo y que
varios sectores que pivotean sobre todas esas cuestiones tan
filocorporativistas, el pedazo de poder que me corresponde si ganás, es el
mensaje claro del peronismo conservador que añora los tiempos de Menem.
Macri es endeble en sus
definiciones pero no lo es en absoluto en lo que representa, su pensamiento
está muy lejos de una gestión pública eficiente y controlada de los servicios,
lo suyo es la privatización lisa y llana, el estado bobo, un claro alineamiento
con los Estados Unidos, las políticas de endeudamiento, el cierre de la etapa
de verdad , memoria y justicia y la falsa paz sostenida por el entramado
económico, agrario, judicial, gremial y la admonición de cualquier intento de
progresismo de izquierda. Su lógica es conocida. Su líena de acción está
probada, la hoja de ruta de un eventual gobierno macrista incluye la
posibilidad cierta de conflictos sociales de magnitud, eso ocurrirá. No se
necesita ninguna bola de cristal para avizorar un horizonte conflictivo ante la
posibilidad de un gobierno de Macri.
Tal vez retornen a la agenda
aspectos que parecieran haber sido superados, las políticas de arancelamientos,
debates innecesarios y por sobre todo una confrontación abierta de posiciones
en pugna. No abrirá la puerta a ninguna reforma de los sistemas cuestionados, navegará
– eso sí – sobre las situaciones irresueltas. Se presentará como emergente de
un tiempo de cambios, a contramano pero cambio al fin y se proyectará la
película del negocio de la gestión pública, como lo hace en su actual gestión,
por cierto debidamente silenciada por el conglomerado mediático que lo
auspicia. El corporativismo mediático, después de todo, no es más que el
pensamiento amplificado de los verdaderos dueños de la candidatura de Macri y
su programa.
Pero sucede que Macri aún no está
en escena, todavía no puede ser puesto bajo la lupa, falta tiempo para bucear
en sus palabras, cortas, inentendibles a veces, sobre cuál es en definitiva su
plan. Decir que levanta las banderas peronistas en un 100% y patalear en el
barro porque no sabe cuál es la posición de su fuerza política respecto a la recuperación
de la empresa Ferrocarriles Argentinos lo deja parado en el terreno siempre
adverso para un hombre que se mueve con guiones y libretos.
Lo suyo en la escena grande puede
ser francamente esclarecedor, puede poner al alcance de todos y todas al hombre
light en esencia pero a no prestarse a confusión porque no es Macri sino el
sistema que va detrás del mascarón de proa. Evanescente pero en absoluta
sintonía con cada punto de las recetas del neoliberalismo que pretende celebrar
como el nuevo decálogo de la próxima etapa.
Y de resultar ganador por el voto de los boludos, lo que tenga que hacer lo hará rápido, sabe que mas de 4 años no estará. Y 4 años se pasan volando
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