sábado, 10 de enero de 2015

ISABEL SARLO Y SU OCIO PREVISIBLE

La Sarlo es una vieja tan amargada que ni siquiera sale de vacaciones y entonces pasa a ocupar reemplazos, siempre en los mismos lugares afines al pensamiento conserva gorila, progre-derechoso, de Recoleta, San Nicolás y por el estilo; La Nación, Perfil y siguen las firmas por donde deja caer sus prejuicios.
Parece que la directiva del alto mando es asociar los sucesos de Charlie Hebdo con la libertad de expresión como única lectura ya la vez asociarla al conflicto entre medios opositores y gobierno.  La libertad de expresión es innegociable para unos y otros, no la sesgada lupa que utiliza la Sarlo y las bocinas corporativas para posicionarse como los únicos con derechos a expresarse, mal que les pese  también, los que opinamos distinto  a ellos podemos hacerlo. Tampoco el análisis de lo que pasó en Francia es traspolable, la trama parece ir mucho, pero  mucho,  más allá  que un atentado que segó la vida de un grupo de humoristas que expresan una línea editorial en sintonía con algunos sectores de la sociedad francesa.
Muchos de los que comentan favorablemente el editorial de la Sarlo en Perfil , con medalla , besos y aplusos se deben haber espantado de la caricaturización que la revista Barcelona hizo del Papa en su número 317, ACÁ  , ella misma , siempre fiel a la prudencia que la caracteriza respecto de las simbologías de sus mandantes hizo mutis por el foro cuando se desató la polémica.
Cuando no,  en sus líneas la Presidenta es objeto de sus decires y trae la polémica con Sábat, el caricaturista de Clarín que siempre expresó como pocos la línea editorial del medio y la dibujó con un parche en la boca y después con un ojo negro. Lo lleva a Sábat a la categoría de mártir y numen al mismo tiempo. Nadie recuerda alguna caricatura del esclarecido dibujante que haya hecho más que cosquillas inofensivas a los personeros de la dictadura como la pantera rosa que caracterizaba a Videla, sin embargo por estas  épocas la Sarlo lo eleva a la categoría de héroe más o menos.

La Sarlo deja volar su imaginación, siempre complaciente con sus amos, por supuesto, y nunca dice nada, nada sustancioso ni importante y últimamente lleno de lugares comunes y obviedades; es cínicamente correcta. 

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