La Sarlo es una vieja tan
amargada que ni siquiera sale de vacaciones y entonces pasa a ocupar
reemplazos, siempre en los mismos lugares afines al pensamiento conserva gorila,
progre-derechoso, de Recoleta, San Nicolás y por el estilo; La Nación, Perfil y
siguen las firmas por donde deja caer sus prejuicios.
Parece que la directiva del alto
mando es asociar los sucesos de Charlie Hebdo con la libertad de expresión como
única lectura ya la vez asociarla al conflicto entre medios opositores y gobierno.
La libertad de expresión es innegociable
para unos y otros, no la sesgada lupa que utiliza la Sarlo y las bocinas corporativas
para posicionarse como los únicos con derechos a expresarse, mal que les pese también, los que opinamos distinto a ellos podemos hacerlo. Tampoco el análisis de
lo que pasó en Francia es traspolable, la trama parece ir mucho, pero mucho, más allá que un atentado que segó la vida de un grupo
de humoristas que expresan una línea editorial en sintonía con algunos sectores
de la sociedad francesa.
Muchos de los que comentan
favorablemente el editorial de la Sarlo en Perfil , con medalla , besos y
aplusos se deben haber espantado de la caricaturización que la revista
Barcelona hizo del Papa en su número 317, ACÁ
, ella misma , siempre fiel a la prudencia que la caracteriza respecto
de las simbologías de sus mandantes hizo mutis por el foro cuando se desató la
polémica.
Cuando no, en sus líneas la Presidenta es objeto de sus
decires y trae la polémica con Sábat, el caricaturista de Clarín que siempre
expresó como pocos la línea editorial del medio y la dibujó con un parche en la
boca y después con un ojo negro. Lo lleva a Sábat a la categoría de mártir y
numen al mismo tiempo. Nadie recuerda alguna caricatura del esclarecido
dibujante que haya hecho más que cosquillas inofensivas a los personeros de la
dictadura como la pantera rosa que caracterizaba a Videla, sin embargo por
estas épocas la Sarlo lo eleva a la
categoría de héroe más o menos.
La Sarlo deja volar su
imaginación, siempre complaciente con sus amos, por supuesto, y nunca dice
nada, nada sustancioso ni importante y últimamente lleno de lugares comunes y
obviedades; es cínicamente correcta.
La Sarlo, como todo gorila, debe reivindicar la sociedad de castas.
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