jueves, 3 de julio de 2014

NINGÚN BRONCE PARA PERÓN


Mientras la pronunciación de su nombre siga siendo una provocación, Perón no necesitará del bronce. Es una bandera que flamea desde las orillas al que pretendieron condenarlo y lo único que lograron es hacerlo más fuerte en la memoria colectiva. Rara avis el General plebeyo que interpretó las aspiraciones de los desheredados de la tierra y que éstos, en una intuición colectiva visualizaron como la única esperanza para transformar un presente miserable en una oportunidad de mejor vida. Les habló como un igual, los llamó compañeros, se comunicó con ellos a través de una pedagogía comprensible y directa, les levantó la autoestima hablándoles de clase, de pueblo, de descamisados, de obreros, de trabajadores, sacó palabras desconocidas para ellos y las desparramó como un nuevo compendio para entenderse mutuamente, dijo derechos, necesidades, conquistas, Nación, felicidad, grandeza y enarboló una síntesis perfecta que cobijó una abanico de mayorías: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política y así acorraló a los personeros del viejo régimen y sus continuistas. Los dejó sin habla en un juego dialéctico propio de un esgrimista eximio. Pero lo real es que llevó adelante cambios impensados, utopías para los humillados por un sistema injusto y la vida cotidiana de millones comenzó a transitar por un rumbo nuevo.

Que es Perón para el inconsciente colectivo? Un cristal desde donde mirar la realidad. Lo que es más justo y lo que no, en alguna medida; para los que nos sentimos parte de esa formidable construcción política que se llama peronismo y que sembró como semillas en cada rincón de la Argentina a fuerza de cambios y sentimientos. Despertó pasiones como nadie y en esa destreza se paró como ninguno antes ni después. Encendió llamas vivas en muchos y contagió ideas de que es posible aún en la más adversa de las condiciones lograr conciencias.

Le habló al hombre, le dijo que solamente uno es artífice de su propio destino y que en su propio ser están las reservas morales para actuar por el bien.

Ese trazo evangelizador llegó lejos. Lo sobrevivió largamente; a él un militar que supo ver más allá de la estrechez de los cuarteles y ellos, los millones de seres anónimos que lo abrazaron como el reparador de tantos males, transmitieron a sus hijos y a sus nietos la historia de un líder que fue continente de sus esperanzas y construyeron una tradición forjada en las ideas y el cariño.

Podría ser esto un relato plagado de lugares comunes pero no sería para nada fiel a esa tradición nacida en una casa en la que había un retrato de alguien que no formaba parte de la extensa familia que crearon dos tanos que hablaban el español atravesados pero que pronunciaban con perfecta dicción al amado General.

 

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