Todas ellas son demasiado previsibles. Siempre prestas para acudir al llamado
del caralisa que les provee el marketing de la sobrevivencia porque fuera de
los set no existen. Patricia Bullrrich, la proveniente de la JP del 83, con 30
años por entonces y hoy sesentona que se
subió a cuanto micro que encontró en el camino, sin el menor escrúpulo y con el único talento que
puede reconocérsele: el del oportunismo que la motoriza, sin ideologías y solo de cobro por cualquier ventanilla.
Silvana Gíudice, sirvió como operadora del grupo Clarín en la presidencia de la
Comisión de libertad de expresión de la Cámara de Diputados y como candidata a
Jefa de Gobierno de la CABA en el 2011, por los restos de la UCR y del Frente por la
Gente, alcanzó el misérrimo 2,0%. Desocupada,
la Gíudice pasó por don Héctor que le ordenó a Macri conchabarla como
funcionaria en cualquier lado por los servicios de mucamaje prestados. Laura
Alonso, una porto-escéptica antiperonista, proveniente del radicalismo, currera
profesional, integra el sistema que muchos porteños ávidos por hacer plata sin
trabajar y crean capítulos de espacios financiados por organizaciones
norteamericanas, Voces Vitales es el caso que comanda Alonso que recibe apoyo
de la Fundación Paul Singer, titular del fondo buitre NML. Ninguna de estas organizaciones
pasa del armado de conferencias millonarias por las que lavan cifras
millonarias de dólares sin otro resultado a la vista que una puesta en escena y
lobby de curros. Gabriela Michetti, poco que decir del gran enigma de la
antipolítica argentina, cero ideología, 100% de oportunismo político, escasas
definiciones, por no decir ninguna, una absoluta part-time, reconocida como
vaga total por extraños y propios y que sube su condición de persona con
discapacidad como el dato más sobresaliente de su insignificante trayecto
político.
Son las chicas Magneto,
atravesadas por el gen de una mediocridad espeluznante, siempre listas para
acudir al llamado de su verdadero jefe y propiciar el escándalo ante las
cámaras cómplices del Grupo, sin hacerle asco al ridículo sin fuese necesario
con tal de agradar al verdadero sostén de sus pobres carreras políticas. Sin alma,
ni sangre, ni ideologías son el producto de un sistema al que tributan
descaradamente. Punto y aparte es María Elisa Carrió sobre quien está todo más
que sobre entendido.
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