sábado, 7 de septiembre de 2013

SEGUNDA MUERTE DE PABLO FERNANDEZ MEIJIDE



Pobre Pablo, imaginarlo a sus 17 años, sacado a la fuerza de su casa en una madrugada a punta de metralla para no volver nunca más, lo menos que puede suceder en uno es sentir un dolor profundo y una enorme pena sin conocer más que ese terrible suceso entre las tantas historias que fueron forjadas por el terror en la noche de la dictadura. La desaparición de Pablo en el expediente judicial 
Leer el reportaje a su madre en el diario ámbito Financiero de hoy 7/9/2013 , Graciela Fernández Meijide – alguna vez un referente importante de la lucha moral que miles de mujeres emprendieron por la verdad y la justicia – es decepcionante, triste y a la vez patético. acá tenemos la nota
Pero tiene que ver con el derrotero de Meijide, con su derrotero político y el personal, una suerte de “rara avis” que nunca estuvo del todo en la lucha de los organismos  de derechos humanos y a la vez da un salto a la política, representando muchísimas expresiones que la hacen llegar hasta la precandidatura presidencial por la Alianza en 1999, claro está cuando durante el menemismo era fácil sacar chapa de progre. 
 Derrotado en Frepaso en la interna contra el aparato del radicalismo, Meijide es candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, nada menos.
El premio consuelo fue el Ministerio de Desarrollo Social, por el que mendigaba en el programa de Mirtha Legrand. A esa altura era un espectro,  quedaba una sombra de la promesa de la nueva política. Su desempeño en la gestión pública fue de una lastimosidad tal que una tapa de la revista de Lanata la dejó afuera del ministerio e hizo polvo su deplorable recorrido por la política.
En su cénit se mostró como una soberbia y jamás pasó de los límites de pequeña burguesa de Belgrano, con los prejuicios de clase, bien gorila antiperonista y hasta con el uso  del psicodrama como herramienta de comunicación.
Dice Meijide que bajar el cuadro de Videla del Colegio Militar fue agresivo. Descalifica el gesto más grande ocurrido como señal de repudio a una etapa signada por la muerte y el terror, de la cuál su propio hijo, Pablo fue víctima. Es lo más fuerte de sus declaraciones de promoción de su libro porque también deja caer muchas consideraciones que caen en la delgada línea de la justificación del golpe. Contradictoria, expiatoria de sus propias culpas, un dejo de resentimiento por el abandono y nostálgica del papel estelar que le cupo en una época y al que abandonó sin pena ni gloria, arremete un odio furibundo al Kirchenrismo en una nota que la pinta de cuerpo entero. La Meijide real, Rosa Castagnola en estado químicamente puro.   
Se le apagaron las cámaras y los flashes, ya no corren los movileros por su palabra y vuelve, en un segundo acto,  a los sets en un remedo de comedia.  Una senilidad indigna y penosa.
 Le queda el té pendiente con Cecilia Pando. Pobre Pablo.



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