miércoles, 11 de septiembre de 2013

SALVADOR ALLENDE, UN HÉROE DEL PUEBLO

La caída del gobierno constitucional de Salvador Allende vino precedida por cientos de atentados con bombas de la derecha chilena sobre oleoductos, antenas de transmisión, torres de alta tensión, incluso ataques sobre transporte masivos de pasajeros con la finalidad de crear el terror que diera sustento social al golpe. La CIA cumplía objetivos fijados por Richard Nixon, presidente de la USA que había determinado la necesidad política de dar fin a la experiencia de la "vía chilena". Pocos días antes del golpe fue asesinado el edecán naval del Presidente a manos de un grupo de la propia armada, lo que produjo una nueva crisis militar y dio cauce a la llegada de Augusto Pinochet a la jefatura del Ejército. Los distintos grupos complotados, entre ellos el poderoso Sindicato de Camioneros, conformado más por patrones que por trabajadores, conspiraban abiertamente desde la llegada misma de la Unión Popular al gobierno. El asesinato del general Schneider - por entonces jefe del ejército- , producido por la CIA en vísperas de la asunción de Allende después que el Pleno del Congreso Chileno tomara la decisión política de votar a la primera minoría electoral y surgiera el apoyo parlamentario para su investidura, estableció claramente las coordenadas sobre las que se movería el primer gobierno socialista de Chile. 
El desabastecimiento, la escalada de precios y todo tipo de boicot al gobierno creaban un clima amplificado por los medios de comunicación dominantes de la época. El Mercurio y La Nación (como su homónima argentina) formaron parte del socavamiento institucional, junto a la dirigencia política de la derecha del país. A la situación hay que sumar las propias contradicciones en la coalición de la Unión Popular entre los que propugnaban un equilibrio y los que que proclamaban una profundización del programa.
Con semejante oposición, Allende produjo cambios significativos. La nacionalización del cobre, una reforma agraria, programas de educación y salud populares y por cierto el marcar un camino independiente de los dictados de Washington. La guerra fría, el eufemismo con el que se conoce al momento del llamado conflicto de las dos superpotencias en pugna, fue determinante para la suerte del gobierno popular chileno.
El 11 de setiembre de 1973 y como final de una emboscada permanente, las fuerzas armadas atacaron la sede de gobierno. El Palacio de la Moneda sucumbió ante los ataques arteros y el líder de la vía chilena murió defendiendo la legalidad, sus ideas y la soberanía del pueblo.
Vendría Pinochet y todo lo ocurrido ese día fue el preludio de la tragedia que ensombrecería La Alameda y que 3 años después se expandería sobre la Argentina. 
Resulta reveladora la carta del General Perón al General Prats, exiliado en Buenos Aires sobre los acontecimientos que sucederían sobre esta parte del Continente. Prats, el jefe del ejército chileno que antecede a Pinochet y el último escollo del golpismo,  fue asesinado por agentes de la policía secreta chilena, junto a su esposa, durante ese exilio.

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