Ceferino Reato prosigue en su espinosa y dura tarea de darle
un barniz humanizante a la figura de Jorge Rafael Videla, nada fácil por
cierto. Reclama ahora por los derechos humanos del mayor vulnerador de los
derechos humanos, del violador serial de todas las garantías constitucionales,
del cazador de cuanto idea diferente anduviese por el aire, del implantador del
plan sistemático del apropiamiento de niños y recién nacidos, del mayor
responsable del terrorismo de estado que asoló estas tierras, del gris
oscurantista que medró al amparo de los poderes fácticos y a los cuales sirvió
con las armas y estos lo apañaron con sus silencios cómplices.
Eludió rendir cuentas por sus actos mientras pudo, se
refugió en la parodia de los fueros de la justicia militar y disfrutó de la
impunidad durante años. El principal referente del pacto de silencio, el
negador de entidad a los seres vivos llegó con sus manos llenas de sangre a un
juicio con todos los derechos que él mismo se encargó de negarles a los que
asesinó y mandó a asesinar impunemente.
Reato quiere mostrarlo como un pobre viejecito en su celda,
una celda al margen de otros presos por supuesto, busca la compasión en esas
imágenes del asesino en la cárcel.
Murió en la cárcel, a los 87 años. Dicen que sobre un
inodoro, después de todo algo simbólico porque fue una mierda. Y? Su familia –
si es que iba a visitarlo, los visitantes – como Reato – no advirtieron sobre
su salud deteriorada? Murió en ejercicio de sus derechos, en pleno Estado de
Derecho, con una condena social que pesaba sobre sus espaldas y cumpliendo
parte de la condena que le correspondía por los actos delincuenciales de los
que fue juez y parte.
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