martes, 20 de diciembre de 2011

INDIGNACION PROPIA

10 años atrás el país dejaba de vivir una ilusión óptica. La "convertibilidad" estalló por los aires, cayó un gobierno en agonía y se cerró dramáticamente un cliclo histórico sobre las ruinas de un país contraído y de decenas de muertos en las calles.
Quedó expuesta una dirigencia que había traicionado el mandato del pueblo y que le había dado legitimidad al "neoliberalismo feroz" , iniciado por la dictadura. Se llegó al extremo de sostener un programa económico asfixiante sin importar las terribles consecuencias ocasionadas al tejido social. Un programa que solo hacía ricos a políticos y banqueros y condenaba a la miseria, a la exclusión, al desempleo,  a millones de argentinos y argentinas. Un plan económico que dejó sin futuro a una generación entera.
Cayó abruptamente la cortina de la farsa. Despertó la "clase media" esquilmada en sus ahorros y por primera vez en décadas se unió a los que hacía tiempo habían sido arrojados a la interperie.  Convivieron piqueteros, desocupados, jóvenes y adolescentes arrojados del sistema con médicos, ingenieros, abogados, docentes en esas jornadas cargadas de épica para sacudir el entramado asfixiante del neoliberalismo, endiosado por los gurúes de los mercados como la única salvación posible. Eran tiempos en que se hablaba de fragmentación social, de provincias inviables, de colecciones de monedas esparcidas por estados federales hambrientos y economías regionales arrasadas.
Sobrevivió, por esos días,  la conciencia de que en la Argentina se vivió mejor, de que con sus más y sus menos el País supo forjar el Estado de Bienestar y que cada argentino pudo der parte de esa realidad construida por el Peronismo, una cuestión central que hacía la diferencia por sobre el resto de Latinoamérica atravesada por desigualdades profundas y ancestrales.
Se trataba de recuperar esa historia.
 La experiencia más dolorosa de la Argentina democrática se vivió en las calles y con la incertidumbre del salto al vacío. Con la posibilidad misma de la guerra civil y de la desintegración en pedazos. Aún así, era preferible al hambre que se instaló en millones de hogares. "Que se vayan todos" resumió la frustración colectiva. La desesperanza que se apropió de una Argentina sin rumbo.
Visto en perspectiva, el 2001 sigue señalando un final de época. Otra relación entre el pueblo y sus dirigentes. Un contrato nuevo. La ruptura con un orden y el comienzo de un trayecto distinto, asentado sobre esas jornadas en las que el pueblo fue protagonista excluyente e hizo tronar el escarmiento.

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