

55 años atrás dejando tras sí la tierra que amaba perdidamente y a la que le aguardaban años de violencia y desencuentros tras su partida al exilio, el hombre forzaba el cierre abrupto de un ciclo histórico para evitar la tragedia de la más grande guerra civil que podía darse en la Argentina, "no vale toda la Argentina la sangre de un solo argentino muerto".
Prefirió el destierro, el escarnio, la humillación de sus enemigos sin imaginar las horas del odio revanchista que se cernían sobre la Patria de bienestar construida durante diez años, sobre el Movimiento que creó, sobre el Pueblo que lo amaba y al que él amaba.
El golpe gorila del 55 terminaba con el mandato del presidente constitucional. La oligarquía, la jerarquía católica y los partidos serviles del poder concentrado que conformaron la nefasta "junta consultiva" de la dictadura, fueron el soporte de la reacción traidora.
En tanto, en ese prolongado invierno que duraría 18 años, comenzó a amanecer la Resistencia y al calor de esa lucha por la vuelta del Jefe comenzó a abrigarse una generación que había alcanzado a percibir que aquellos días felices en realidad habían existido; que si hubo un país más justo y que el amor que los desclasados le prodigaban al líder era un sentimiento sincero y que en verdad añoraban su regreso.
En ese invernadero crecieron flores; maravillosa juventud, maravillosa adolescencia, que no conocieron a Evita y eran niños cuando el Jefe se iba y sin embargo se enamoraron de esa Mujer y de la causa de ese hombre proscripto .
Pasó el tiempo y las flores tomaron forma de Lapices, de aquel linaje provenian esas flores que un día el terror arrancó del jardín antes de tiempo; y la peor tragedia - aquella que el General quiso evitar con su partida - cayó como un infierno sobre esta tierra.
Por las flores, por los lápices, por los sueños truncos y las canciones inconclusas, por la Memoria de Perón, por la verdad y la justicia, NI UN PASO ATRAS.
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