La
historia de los pañuelos blancos está escrita hace mucho tiempo, 37 años para
ser más precisos que fue cuando salieron a la Plaza, y desde allí a todas las
plazas que pudieron, para confrontar con
la más sangrienta y oprobiosa de las dictaduras en un océano de cobardes y
cómplices. La presencia de un grupo de mujeres señaladas como locas y
terroristas adquirió una fuerza moral enorme en los años del oscurantismo
impuesto por el terrorismo de estado.
Quienes
pueden igualar ese trayecto? Cuántos pueden negar en la Argentina de hoy que de
no haber existido esa resistencia pacífica y heroica el país entero se habría
transformado en una vergüenza de la humanidad?
Los
pañuelos blancos que iluminaron en la noche trágica de la Argentina van camino
a ser declarados emblema de la Nación y equiparables con los otros emblemas; A quienes molesta el nuevo status?
Agravia
a los que agraviaron. Interpela a la sociedad en su totalidad como parte de una
realidad histórica trágica por la que atravesó la Argentina.
De
ahí a los argumentos oportunistas siempre
sesgados, por lo que se sienten molestos
y se manifiestan a través de sus voceros en el parlamento. La Organización
Madres de Plaza de Mayo es una entidad, nacida en los años de lucha contra la
dictadura y durante todo el recorrido de 37 años tuvo aciertos y errores en su
vida interna, coincidencias y disidencias – como en todo espacio conformado por
seres humanos - que hizo que sus mentoras tomaran rumbos distintos; sin
resignar jamás el objetivo central que las encontró una tarde abril de 1977
dispuestas a dar con la verdad sobre el destino de sus hijos.
Los
voceros de los reales afectados por la decisión mayoritaria de Diputados, se
confunden y tratan de confundir; una cosa es una organización y otra muy
distinta un emblema. Que Patricia Bullrrich argumente su oposición porque
entiende que la Organización ha desvirtuado objetivos y conforma un colectivo
del oficialismo es una forma de negar su propio pensamiento, el pensamiento de
una rastrera oportunista a la que le cabe cualquiera porque es un energúmeno
vacío de alma, el pensamiento de la “socialista” Mirta Tundis, la delegada de
Magnetto en la lista de Massa, es absolutamente coherente con quien por todos
los medios intenta sofocar la causa Papel Prensa y así el resto, incluido el
troskismo que no representa más que el extravío histórico y político de la
izquierda funcional a la derecha.
El
pañuelo excede largamente a Hebe Bonafini, una luchadora a la que ninguno de
estos opositores le llega a los talones, también a Estela Carlotto, y también a
Tati Almeyda por decir las más cercanas al oficialismo; al que se acercaron
porque acompañaron la propuesta de clausurar el intento fallido del “manto de
olvido” puesto en práctica durante 15 años por gobiernos elegidos democráticamente
y que no resolvió de ninguna manera el
drama de miles de personas que fueron víctimas de la maquinaria demoníaca del
terrorismo de estado; y también excede a Nora Cortiñas para nada cerca del
oficialismo pero también una portadora del pañuelo. No están en cuestión las
personas, está en discusión el significado de un emblema de lucha, reconocido
en el mundo como un símbolo de los derechos humanos y el valor alcanzado por
este emblema como identidad construida colectivamente para representar al
Estado; en ese sentido es que alcanza dimensión de patrimonio nacional; más
allá de las diferencias coyunturales – después de todo 40 años en la vida de
una Nación es apenas una época – sino para adelante y como enseñanza de que la
libertad es un valor esencial y que en este país existió una resistencia no
violenta a un sistema violento impuesto a sangre y fuego por las minorías del privilegio
con su brazo armado de entonces. Esa es la enseñanza del Pañuelo Blanco y su
lugar en la historia.
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