Héctor Magneto vive una costosa
vida artificial, lejos de poner
objetivos trascendentales en su sobrevida utiliza el precioso tiempo para
consolidar el inmenso material que acumuló como poder entre las sombras de la
Argentina que extraña y a la que quiere volver empecinadamente.
La dictadura le proveyó Papel
Prensa y de ahí en más como un pac-man insaciable avanzó en la construcción de
un imperio con forma de pulpo que se extendió por cuanta rendija el Estado bobo
le permitió entrar. Un estado paralelo cobijado por el paraguas del Clarín como
nave insignia y que creció en influencias en los poderes legítimos para
provecho de sus propios intereses.
Pudo hacer que adopciones
irregulares fueran avaladas por la justicia y colocar apellidos de personas
muertas contra toda lógica con el fin de sostener las espaldas legales del
entramado.
Ministros que saltaron por los
aires, operaciones políticas a diestra y siniestra, golpes cambiarios, leyes a
medida, deudas propias transferidas al Estado y muchos otros despliegues fueron
obra de un permanente acoso al sistema en función de los intereses y negociados
del Grupo.
Estrechó la mano del gobernador
de Buenos Aires y le soltó : “es la nueva Argentina”, haciendo referencia a la
convocatoria del Grupo en un nuevo lobby para incidir en las instancias que
vienen. La Nueva Argentina es una frase identitaria del Primer Peronismo y en
boca de Magneto suena una malversación dialéctica. Pero deja traslucir la
obsesión por retomar el control que supo
asir años ha. Las subrepticias cenas en Olivos, sus mensajes en clave, el poder
mafioso desarrollado hasta tener el control absoluto de la comunicación y sus
medios más rentables, el ahogo de miles de cables al amparo del poder que le
garantizó una impunidad absoluta a cambio de otros favores y de otros
silencios.
Añora esa Argentina.
Desesperadamente la extraña. El poder en las sombras, como hombre oscuro y sin
escrúpulos, la añoranza que le permite vivir conectado y ganarle un día a la
parca sin más preocupaciones que la fortuna amasada entre amasijos y que tanto lo desvela.
El hombre más impune de la
Argentina extraña aquellos días y sueña con volver a vivir en ese escenario de
intocable monopolio, inasible para el hombre común y fuera del alcance de los
magistrados que no le animan.
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