Con el diario del lunes así cualquiera, pero había una
sensación rara dando vueltas por el aire antes de las PASO. Un rum-rum, algo
que indicaba que no todo estaba bien, abajo sobre todo. Como un imán la figura presidencial atría alfileres. Un ánimo que a medida que
pasaban los días y la fecha se acercaba , se exacerbaba. De arriba hacia abajo. Notable y rara
coincidencia en la que desfavorecidos compartían opiniones similares con los
favorecidos. Empleadas domésticas dignificadas hablando igual que sus patronas
explotadoras. Marginales que repetían el discurso contra el Estado que mantiene
vagos. Vagos consetudinarios que opinaban contra el impuesto a las ganancias.
Evasores crónicos planteando el desfinanciamiento del Estado.
Ese raro clima no fue advertido. No fueron advertidos los
límites que la propia gente fue poniéndole al mensaje. No oir. No escuchar. Apagar
la TV.
El núcleo duro de la
bronca fue armado arriba. El odio con todas sus fuerzas apareció en los barrios
altos, fue contagiando a los sectores medios y fue diseminando hacia abajo.
El divorcio comenzó a hacerse cada vez más notorio.
Fallaron estrategias para hacerle frente al desgaste de un
matrimonio que lleva diez años. Palabras que no fueron comprendidas, medidas
que son discutidas, una forma de comunicarse enredada para trasmitir la
necesidad de preservar logros indiscutibles. La oratoria brillante no alcanzó
para explicar cuestiones que necesitaban de un lenguaje llano. Y fue alejando los temas
de la discusión cotidiana.
Sólo hacía falta la válvula de escape en el ambiente, algo
que mediara entre entre el odio de Recoleta – ya sabemos amplificada, sostenida
y aparateada – y el actor que iba construyéndose como un neutro en la disputa
pero con posiciones más próximas al discurso furibundo. No hubo un dique de
contención para las aguas alteradas, se pensó – tal vez y a juzgar por algunas
respuestas - que esa expresión iracunda
estaba alojada en el núcleo duro de una oposición sin liderazgo político, en
gran medida sí, es correcto el análisis y
también lo es que la gran mayoría de esos sectores son irreductiblemente
opositores, igualmente la respuesta no fue la acertada,
ni gestual ni en palabras. Se dejó correr como la mancha venenosa un cúmulo de
sospechas esmeriles y cada suceso fue a parar a la cuenta del gobierno, aún
los de índole privada.
Hace falta revisar con agudeza varios aspectos que permitan
un control de daños hacia octubre, poner acento en las posibilidades concretas y
reversibles, principalmente en los distritos que puedan sumar y que hoy están
en situación de paridad. Hacer ver claramente que cada logro de estos años está
bajo amenaza. Dejar de comprarse
conflictos innecesarios y desensillar hasta que aclare con otros ya instalados.
Ni la AMIA, un ataque siniestro que ocurrió hace 20 años y una justicia corrompida e
ineficiente no puede y seguramente no quiere resolver y tal vez nunca resuelva,
ni la suerte de Milani pueden ser más importantes que consolidar el
trazo grueso del proyecto. Las peleas comarcales restan porque no suman
parlamentarios y terminan siendo victorias pírricas, infructuosas.
El conglomerado del FPV también incluyó a los acuerdos con
el peronismo tradicional y multicolor que con identidades propias suman al armado
nacional pero que no van a seguir pagando costos distritales por políticas y
medidas que se aplican fuera de esos acuerdos. Convivir con organizaciones que
dicen reportarse solo a Buenos Aires no deja de ser un terrible dolor de huevos
La dinámica es otra, el juego puede ser paralelo pero complementario de ninguna
manera confrontativo con la realidad ya instalada. Crear sellos para alimentar
egos no hacen más que fragmentar la representación y enrarecer el diálogo
interno con los más papistas que el Papa.
Descontracturarse, ir hacia el punto con la verdad que es
innegable y que puede más que todos los océanos de tinta que se derramen y que
todas las puteadas arteras que emiten los instrumentos de los intereses
dominantes para avanzar tomando como dato el árbol de las PASO porque el bosque
está en Octubre. No todo ´puede hacerse
en 80 días pero es un buen tiempo como para corregir, revisar, analizar
críticamente y vertebrar una mejor respuesta para el desafío que nos espera.
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