El último vestigio de legalidad se evaporó en la madrugada
del 24 de Marzo de 1976 cuando el helicóptero dejó la Casa Rosada con la Presidenta
a bordo. Isabel Perón había sido depuesta y con ello el último y delgado límite
al terrorismo de estado se quebró por completo.
El golpe cívico militar de Marzo ha sido analizado del
derecho y del revés en multiplicidad de opiniones; toda conclusión lleva a que
la tragedia instalada con la Junta Militar en la suma del poder público tenía
como principal objetivo la imposición del paradigma neoliberal como proyecto
político y económico en la Argentina y para lograrlo se necesitaba de la fuerza
de los tanques. El abanico de complicidades atravesó todos los sectores
políticos y sociales del momento. Desde el propio oficialismo y sus alas más
derechosas hasta las corporaciones agrupadas en las “fuerzas vivas”. Los medios
de comunicación jugaron un papel importantísimo en el desenlace, actuando como
un esmeril sistemático en el deterioro del gobierno. Vacío de poder, anarquía,
corrupción, desabastecimientos, subversión eran las palabras que titulaban en catástrofe
para predisponer el estado de ánimo en la población que diera consenso a la
interrupción del orden constitucional. Las Fuerzas Armadas ya tenían el visto
bueno de la iglesia, cuyo rol ha sido por demás elocuente como sostén principal
del régimen que dio inicio al llamado “proceso”, a la par de la consabida
corporación empresarial y sus correspondientes satélites.
37 años después, con una generación diezmada como
consecuencia de la dictadura y la destrucción del estado, persisten los enormes
daños causados al tejido social y asoma con mayor fuerza la trama de
complicidades ocultas que dieron vida al régimen más sanguinario de la
historia.
Los actores principales de la tragedia son los que
usufructuaron económicamente. Los que tuvieron siempre claro que los jerarcas
militares fueron simples instrumentos de sus objetivos para apropiarse del control
económico del país. Les dejaron a los militares el manejo político y a la
iglesia el manejo espiritual y ellos se apropiaron del principal resorte.
Con esa maldición cargan por sobre sus espaldas y les cuesta
horrores transcribir las tapas y los comentarios de aquellos días. Quisieran quemar
esos archivos a los que no resisten, que los muestran como parte de un proyecto
miserable y lleno de sangre.
El pasado los condena, los deja sin aire, pierden por
goleada frente a los hechos históricos y frente a ellos esgrimen como principal
argumento la cobardía para sostener el rol que tuvieron.
Se trata de los comunicadores del proceso. Mariano Grondona,
Bernardo Neustad, Magadalena Ruiz Guiñazú, Reneé Sallas, Eduardo van der Kooy, Joaquín Morales Solá y
decenas de personajes más que operaron como constructores del relato del
proceso.
El Día de la Memoria significa para estos tipos el retorno
de los fantasmas que los buscan permanentemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario