domingo, 24 de marzo de 2013

LOS COMUNICADORES DEL PROCESO



El último vestigio de legalidad se evaporó en la madrugada del 24 de Marzo de 1976 cuando el helicóptero dejó la Casa Rosada con la Presidenta a bordo. Isabel Perón había sido depuesta y con ello el último y delgado límite al terrorismo de estado se quebró por completo.
El golpe cívico militar de Marzo ha sido analizado del derecho y del revés en multiplicidad de opiniones; toda conclusión lleva a que la tragedia instalada con la Junta Militar en la suma del poder público tenía como principal objetivo la imposición del paradigma neoliberal como proyecto político y económico en la Argentina y para lograrlo se necesitaba de la fuerza de los tanques. El abanico de complicidades atravesó todos los sectores políticos y sociales del momento. Desde el propio oficialismo y sus alas más derechosas hasta las corporaciones agrupadas en las “fuerzas vivas”. Los medios de comunicación jugaron un papel importantísimo en el desenlace, actuando como un esmeril sistemático en el deterioro del gobierno. Vacío de poder, anarquía, corrupción, desabastecimientos, subversión  eran las palabras que titulaban en catástrofe para predisponer el estado de ánimo en la población que diera consenso a la interrupción del orden constitucional. Las Fuerzas Armadas ya tenían el visto bueno de la iglesia, cuyo rol ha sido por demás elocuente como sostén principal del régimen que dio inicio al llamado “proceso”, a la par de la consabida corporación empresarial y sus correspondientes satélites. 
37 años después, con una generación diezmada como consecuencia de la dictadura y la destrucción del estado, persisten los enormes daños causados al tejido social y asoma con mayor fuerza la trama de complicidades ocultas que dieron vida al régimen más sanguinario de la historia.
Los actores principales de la tragedia son los que usufructuaron económicamente. Los que tuvieron siempre claro que los jerarcas militares fueron simples instrumentos de  sus objetivos para apropiarse del control económico del país. Les dejaron a los militares el manejo político y a la iglesia el manejo espiritual y ellos se apropiaron del principal resorte.
Con esa maldición cargan por sobre sus espaldas y les cuesta horrores transcribir las tapas y los comentarios de aquellos días. Quisieran quemar esos archivos a los que no resisten, que los muestran como parte de un proyecto miserable y lleno de sangre.
El pasado los condena, los deja sin aire, pierden por goleada frente a los hechos históricos y frente a ellos esgrimen como principal argumento la cobardía para sostener el rol que tuvieron.
Se trata de los comunicadores del proceso. Mariano Grondona, Bernardo Neustad, Magadalena Ruiz Guiñazú, Reneé Sallas,  Eduardo van der Kooy, Joaquín Morales Solá y decenas de personajes más que operaron como constructores del relato del proceso.
El Día de la Memoria significa para estos tipos el retorno de los fantasmas que los buscan permanentemente.

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