domingo, 8 de mayo de 2011

EL DEJA VU DE EDUARDO DUHALDE



El ya estuvo en ese lugar. Esas caras ya las vió. También, la corte que está detrás suyo. Su esposa. Graciela. Luis. El Momo. Miguel Angel. Sí, son los mismos. Lo carteles también, reciclados algunos pero sos esos que ya vió. Los cánticos, "se siente, se siente Duhalde presidente", todavía le retumban en sus oídos. De repente siente haber estado antes ahí. Parado en el mismo lugar, ese clásico de la liturgia, el orador unos pasos adelante, con atril y telepronter. La escenografía, puede tener algunos detalles diferentes pero no gran cosa. Hasta recuerda haber corregido las ediciones digitales de la filmación del acto. El lugar común, queda solamente la frase hecha y todo estará como era entonces.
La frase hecha, su gran problema, se sabe que no es un gran orador, su voz no imanta a las almas. Sus gestos son previsibles, el mismo rictus de la comisura caída, el tono monocorde y aburrido, la falta de destreza en el escenario y de palabras que en otros afloran pero en su caso escasean.
Arremete con los diálogos imaginarios, con interpelaciones a ausentes. Hurga en el consignismo maccarthysta para definirse como ni de izquierda ni de derecha, peronista. Fabula sobre su pasado y presenta un olvidable plan de 10 puntos de enunciados al voleo. Y ya está.
Realizar un comparativo entre lo dicho en diciembre pasado en Parque Norte y en la puesta en escena del Luna Park puede resultar una faena insalubre.
Su fuerte es la trastienda, la mesa chica. Tras bambalinas se siente como pez en el agua. La superestructura, las estrucuturas, los factores de poder, el verticalismo, los cuerpos orgánicos con palabras que le son familiares. Conjuga mejor los verbos en voz baja. Añora los tiempos de la construcción política mediatizada; la lógica en que la participación popular brilla por su ausencia y en la cual la toma de decisión está cerrada a un conjunto de iluminados.
Duhalde reedita un clásico, la partidoccracia sin contenido, el vaciamiento ideológico, el pragmatismo furioso y la versatibilidad pejotista para arrear por izquierda y gobernar para los intereses poderosos.
Este momento lo desconcierta. No registra el cambio de época. Los suyo es un desesperado intento de supervivencia. Un deja vu.

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