martes, 11 de enero de 2011

ADIOS CIGARRA, ADIOS


Cada vez que cante la Cigarra prendida al árbol y las tardes de la siesta se alteren con su canto sabremos que estás cerca nuestro para siempre y tan solo, bastará con cerrar los ojos para imaginar la travesía de Manuelita y sonreir con la inocencia de niño dormido por esa ocurrencia que solo puede salir de un alma bendecida por el talento interminable de una poeta con corazón de pueblo.
Y así como se dice que las grandes obras son aquellas que canta el pueblo porque son las que perduran en el tiempo, las tuyas seguirán enamorando a generaciones enteras. Gracias por habernos regalado ese poema maravilloso que llamaste Eva.
María Elena gracias por todo, trovadora.

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