El calmo mar de Punto Fijo significaba un statuo qúo de la burguesía venezolana para controlar el poder y sobre todo el principal recurso, el petróleo, bajo el formato del demoliberalismo. Sobre ese mar, Hugo Chávez levantó olas tan altas como para sacudirlo entero y abrir en medio de las aguas agitadas un camino nuevo para el gran ausente de ese Pacto; el Pueblo mismo de Venezuela.
El paralelismo con Juan Perón es innegable en su andar por la Historia, a la que entró antes de tiempo, en el mismo momento en que al frente del MBR 2000 desafió al poder constituido. Antes,  el Caracazo protagonizado por el pueblo había dejado una herida lacerante en el cuerpo de la oligarquía dominante, con un costo alto de vidas en las calles de Caracas. El principio del fin del Punto Fijo por el cual el Copei y la Ad se turnaban con los mismos nombres para darle vida a un simulacro de democracia que mantenía en la ignorancia y la miseria a la mayoría de la población. Punto Fijo miraba hacia arriba. Sus negocios importaban mucho más que la educación pública, la salud pública, la calidad de vida y la pobreza extendida incompresiblemente en el país con mayores reservas petrolíferas del Continente. 
Desde el comienzo Chávez interpretó esas demandas sedientas de justicia. Como Perón,  50 años después y como parte de una generación que supo recoger el legado de una región unida como posibilidad de alcanzar un destino de mayor autonomía. Por eso nunca dejó de referenciar su pensamiento. Ambos líderes llegaron siempre por la voluntad popular y ambos rompieron ciclos ignominiosos de la vida de sus pueblos. Los dos fueron controvertidos hasta más allá de sus tiempos pero no hubieran trascendido de no haber salido del lugar común y sin haber resignificado, repensado y refundado la Historia de sus patrias.
Nadie podrá poner en cuestión un liderazgo construido sobre bases populares sólidas y legitimado hasta el momento crucial en que la salud comenzó a abandonarlo a fines del año pasado. A la fuerza brutal de la antipatria le opuso la fuerza popular organizada, como bien dijo Evita. Les contestó con más democracia, con mucho más democracia. El contenido de esa propuesta desbordó largamente la propuesta de los seudo-demócratas en esa capacidad innata para no comprender al pueblo, a los procesos históricos y a la complejidad que excede largamente el tecnicismo porque está profundamente vinculado a los sentimientos.
Por eso no mueren. Sus ideas no mueren. Viven en el corazón y en cada proyecto que han sembrado. Transformaron. Pusieron su propio tiempo patas para arriba y construyeron una nueva identidad.
Si los hombres llegan a ser tan grandes como los espacios alcanzados, Hugo Chávez supera con creces esa prueba. Su propio país, fuera de todo contexto antes de su llegada, pasó a ser un integrador a gran escala de políticas regionales. Chávez alcanzó dimensión de protagonista mundial. No conoció otro límite que las ideas que sostuvo con tantas fuerzas y también un lector de la realidad con amplia visión de las coordenadas que rigen el orden mundial sin conceder la autonomía que imprimió como su marca registrada. Y así,  con Kirchner, con Lula, con Dilma, con Evo, con Rafael, con Cristina, sus contemporáneos de la hora pudo edificar un liderazgo compartido para avanzar en proyectos colectivos de alcance políticos y económicos que le dieron peso específico a una Región que asoma como un claro contrapeso frente a la dominación imperialista.
Se fue pero no se fue. Flamea en lo alto proque ya es la bandera de un pueblo que lo lloró como solamente se llora a un hijo. 
 
 
Hay transformadores... tambien hay mutantes
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