martes, 26 de abril de 2011

ASI ESTABA YO AQUEL 27 DE ABRIL DE 2003


Fui a votar medio a desgano, encima me tocaba presidir la mesa, la maldita justicia electoral me había elegido a mi, un cacerolero del 2001, para bancarme todo el día en la escuela mientras mis amigos ya habían armado el picado del domingo. Me llevé el termo y el mate para hacerme mi propio aguante. Ese día me cansé de ver caras resignadas, de temprano los abuelos, a media mañana los adultos, después del mediodía los chicos recién levantados, con caras de "que se vayan todos". Los fiscales, también resignados. Me recuerdo a un viejito radical que había ido a fiscalizar los votos de Carrió porque la propia Lilita lo había llamado, según contaba. Nadie se desesperaba por ir a votar. El país venía de la implosión del modelo neoliberal, decenas de los votantes de la mesa o eran jefes de hogar desocupados o estaban cubiertos con algún plan de asistencia. La autoestima por el piso. Ropas pobres, zapatillas rotas. Miradas desesperanzadas y broncas corporizadas en decenas de sobres con papel higiénico, en el escrutinio más desagradable que me tocoó vivir. Estampitas, recortes de diarios, una feta de fiambre. Y los votos dispersos en, también, decenas de opciones.
El Adolfo. La Carrió. El Bulldog. Charlie remixado. Y Kirchner.
Elegí como peronista, haciendo de tripas corazón, porque el peronismo de Menem me había frustrado por completo. Tenía mi bolso y el pasaporte listo, esperando por la bendita acta de nacimiento de mi abuelo tano, que se tornaba dificultosa en conseguir porque el viejo vino a nacer en el mismo barco en que se venían sus padres corridos por la miseria europea.
Entré al cuarto oscuro, oscilé con el sobre en la mano, las ganas de cerrarlo y mandarlo vacío a la urna me ganaban cada momento que pasaba ahí adentro, ese acto solenme y único que sigue siendo la instancia de poder más igual que tiene uno. De golpe se me vino la imagen de mis abuelos peronistas, la casa de los viejos con el cuadro del General y Evita en la galería de entrada, de mi madre, la delegada del sindicato de la salud en el hospital, de mi viejo que era un socialista peroncho, de mi hermano mayor que la noche anterior nos habíamos juntado a cenar y antes de irse me dijo: "no jodás, votá a Kisner". Pensé en que era un cobarde no votando total me iría pronto y no contribuía en nada a dejarle algo a los míos.
En verdad, pensaba que la Argentina estaba chau. que solo restaba formalizar la disgregación y que de una sola tierra saldrían 3 países. Así estaba mi esperanza el 27 de Abril del 2003.
Lo voté. Por descarte. Por mi familia peronista. Porque era el menos conocido. Lo más nuevo en ese universo de traidores. Porque venía del Sur. Porque su provincia no estaba fundida ni pagaba en bonos. En ese tiempo no veia TV, ni leía nada. Cero interés. Tenía 26 años.
Hoy pienso que fue lo mejor que hice. No me defraudó, no me frustró. Me hizo volver a creer en mí, en mi Patria, me hizo volver a enamorarme de la política y del peronismo. Me devolvió la esperanza y mi autoestima. Me bebí su presidencia con ardor y deje inconcluso mi trámite de ida.
Por eso lo extraño tanto y se me pianta un lagrimón sin querer cuando lo traigo a mi memoria.

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