martes, 7 de diciembre de 2010

EL SER Y SU INSOPORTABLE LEVEDAD


Los ambiciosos son fríos como culebras pero saben disimular demasiado bien, lo dice Evita en Mi Mensaje. Eso le cabe a varios, a los pusilámines, a esa raza acomodaticia que solo piensan en su propio interés. Se refería a los que medran del Peronismo y decía que había que marcarlos a fuego. Son, encima, cobardes. No son capaces de sostener su propia infamia. Niegan cuanto les ha servido para su posicionamiento político, piensan que es mérito de ellos, propio y que no se deben a ningún ideal porque no lo sienten. El ideal que defienden es claramente otro. El poder, el sistema al que tributan solapadamente. Son vacuos, narcisistas, el favor que esperan no es el de la gente común, del pueblo, sino el de los que ellos consideran sus mandantes, ese tipo de prensa que los trata bien, ese es el pacto que defienden, ningún otro.
Ni los derechos humanos, ni la ampliación de derechos, ni el sistema previsional en manos del Estado, ni un Estado desendeudado, ni una ley que propone desmonopolizar la información y democratizar el acceso de los sectores populares, ni una reforma del sistema financiero voraz y corrupto. No.
Son brokers. Liberales. Se creen iluminados. Evita sostiene que hasta a Ella a veces -momentanéamente, eso sí - la confundieron y fue implacable con ellos. Los detestó siempre y alertó sobre como reptan y se acercan a la construcción del poder popular para llegar y después traicionar.
Pueriles. Serviles del poder al que recurren para negar lo que han dicho. Se asustan, piensan que lo dicho a sus mandantes y que se filtró por un portal subvencionado por ellos mismos, les puede significar el principio del fin, porque a pesar de que lo hayan desmentido en Clarín y La Nación, sus mandantes locales, nadie les cree.
Por ahí, deben haber caído en la cuenta el día del adiós, ese saludo frío, como el gélido aire del sur, les debe haber anunciado que la traición estaba al descubierto.

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