
Quién como Ella? Quién más que Ella? Que otro trayecto es sino más  intenso y fecundo que el Evita trazó en su vida efímera ? Que huellas  que alguien haya dejado tras sí continúan indicando el camino de las  luchas populares y justas? Que otro nombre puede resumir, por si sólo,  la justicia social como valor irrenunciable a alcanzar, y reflejar los  millones de rostros humillados y su sed de justicia? Que otra imagen  confronta, tan claramente, con los privilegios; cuál otra incomoda más  las mesas de la opulencia que la suya? Alguien más puede dar semejante  testimonio de un amor desmesurado, como para pedirle perdón a Dios por  no poder concebir el cielo sin Perón; y decir también que quiere  quedarse eternamente con Perón y con el Pueblo? Alguien que pueda  inspirar a los poetas, a los cantantes, a los artistas como Eva, alguien  hermoso a quien cantarle ? Que además, pueda encender las pasiones y  hacer el camino a la victoria más alegre? Y que sea capaz de iluminar  ese camino como una antorcha y a la vez ser la bandera de la Revolución ?  Que haya pronunciado, como Ella, las palabras más ardientes y haya  dicho que no habrá paz en el mundo mientras no haya justicia social para  los pobres? Alguien que haya puesto las cosas tan en claro, como de que  lado se está en esta partida? De que lado los traidores y de lado los  leales. Y que sería Ella, la que saldría con las mujeres y los hombres  del Pueblo, viva o muerta, el día que toquen a Perón. Eva, el escudo de  Perón y la bandera del Pueblo. 
En un puñado de años  construyó una obra de siglos. Y si es como se dice que se cosecha lo que  se siembra, y Ella vaya que sembró, el amor que su pueblo le prodigó  superó en creces el odio de sus enemigos. Desarmó la estructura  oprobiosa de la limosna y tiró por las cabezas las monedas que humillan  para imponer a la dignidad como concepto de la ayuda social; desde el  derecho que asiste a los que demandan por una necesidad. Construyó  ciudadanía con las mujeres con el voto femenino y metió sentimientos en  la política. Una descamisada que la clase obrera identificó como una de  las suyas y le tranfirió el poder de representarla como a nadie más.
Los  griegos decían, sabido es, que los predestinados a una muerte joven son  compensados con una vida intensa y fecunda frente a otras tan  prolongadas como vacuas. Como Alejandro y como el Cristo, en el que Ella  creyó y no en el que los mercaderes de indulgencias inventaron, murió a  los 33 años. Una flor arrancada antes de tiempo, como Job lo diría.
Evita,  reina y plebeya, nos dejó un legado imperecedero; que la vida adquiere  su verdadero valor cuando se la vive por un ideal que vale más que la  vida misma. 
 
 
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