
El cura Alessio no es un cura cualquiera. Es el párroco de la Iglesia San Cayetano, enclavada en barrio San Vicente, un sector populoso de Córdoba. Lo recordamos de una noche en que caímos presos, teníamos 20 años, y él también fue detenido enfrente de la iglesia Santo Domingo, corría 1995, cuando protestábamos en la calle contra el gobierno corrupto de Eduardo Angeloz, que se había llevado puesto al Banco Social y pagaba con bonos a empleados y jubilados. 
Resulta, ahora, la primera víctima de la caza de brujas emprendida por el obispo Ñañez, el sucesor del tristemente célebre Cardenal Primatesta, por su posición de una iglesia de Cristo inclusiva de todas las formas de vida, le prohiben ejercer su sacerdocio.
La guerra pregonada por Bergoglio pone en claro el país que propone la jerarquía alejada de los pobres, la que elige a Dromi como planificador de su proyecto excluyente y el retorno del estado privatizador y asistencialista, de la mano de Cáritas, por supuesto. el concepto de la limosna que combatió Evita a la que contrapuso el paradigma de los derechos.
La jerarquía cómplice agita fantasmas sin comprender que la sociedad evoluciona y cuestiona a las instituciones y al rol que han cumplido en estos 200 años de historia. En esa cruzada del atraso, ha encontrado en la senadora Liliana Negre de Alonso a la abanderada de la gran hipocresía nacional, que levanta el proyecto secregacionista redactado por esa jerarquía.
El debate abierto por estos días oxigena. Hay una batalla cultural ganada por la Argentina inclusiva y en igualdad de derechos ante la Ley.
 
 
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