La UCR quedó reducida a saldos y retazos, de oferta en muchos
casos. El estrépito de la caída de la UCR en Salta a manos de los troskos, en las últimas legislativas, que les
arrebataron el histórico segundo lugar en el podio habla por sí solo sobre el
estado cataléptico del viejo y centenario partido que entre todos los radicales
supieron destruir. Ramón Javier Mestre, el intendente de Córdoba es uno de los
sobrevivientes del Titanic, no es el mejor pero es uno de ellos. Gobierna la
Ciudad desde hace 2 años, hijo de Ramón Mestre, el ex ministro del Interior de
De la Rúa al momento del Tsunami del 2001, que transita los dos años a la cabeza de una administración sin pena ni gloria.
Lleva adelante una gestión anodina, sostenida en el ya
clásico tarifazo y aumentos de tasas a comienzos de año , el último impuestazo
arriba del 100% y que alcanza a todos los tributos que la voraz caja municipal
es capaz de aspirar y que van desde las mesas de afuera de los bares hasta los
nichos de los cementerios municipales.
Los 2 problemas centrales continúan y continuarán
irresueltos: el transporte, que el mestrismo convirtió en el más caro del país
a $5,30 y la recolección de residuos después del desguace de la estatal Crese
para pasar a manos de amigos en 2 empresas que se dividen la ciudad: Lusa y
Cotreco.
Las políticas de Mestre son liberales, hace todos los deberes
que las usinas del neoliberalismo le dictan: Cero salud pública, cero políticas
sociales, cero políticas de tierras y/o habitacional, cero de lo que se dice
cero. Lo mínimo imprescindible y siempre visto como un gasto. Es real que el
erario soporta salarios altos y que estos representan hasta el 60% del
presupuesto pero también habla de las limitaciones de Mestre y su deslucido
equipo para pensar un proyecto de ciudad algo más amigable y no la realidad de
una desmesura que crece sin servicios vitales y que vive a diario la tortura de
miles de vehículos que transitan sin control por calles colapsadas y que hacen
vivir un verdadero vía crucis a transeúntes, automovilistas y pasajeros.
A grandes rasgos es el costado inepto de la administración
Mestre. Ineficaz e ineficiente, Mestre es un claro ejemplo de un radicalismo
obligado a improvisar y a sacar de los armarios el ropaje de los apellidos
identitarios, ejemplo “Ricardito” – un boludón de 60 años que no da pie con
bola – y en la misma saga el caso Mestre.
Eso no es todo. Dos casos paradigmáticos que colocan a la
Provincia en situación de crisis también impactan sobre el mestrismo, el
narcoescándalo alcanzó de lleno al viceintendente Marcelo Cossar, abogado de
uno de los principales narcos cordobeses y por si esto fuese poco el estallido
de CBI, la financiera que quebró recientemente en medio de una colosal estafa y
que tiene su lado más oscuro con la muerte de uno de las cabezas de la misma,
Jorge Suau, en misteriosas circunstancias y la fuga de Eduardo Rodrigo, el CEO de
CBI , amenaza con una tormenta de
proporciones políticas inciertas.
En una carta póstuma, Jorge Suau señala a Juan Pablo Díaz Cardeilhac,
secretario de Transporte municipal como una de las patas de la bicicleta
financiera. Cardeilhac, según Suau, era el recaudador de 400 mil pesos
mensuales que provenían del círculo vicioso de la recaudación diaria del
transporte público y que le permitían a CBI contar con el efectivo contante y
sonante diario. Suau va más allá en su carta, identifica a Juan Pablo Ostanelli,
el mismísimo secretario privado de Mestre, como el recolector de esa suma.
Entre los deberes bien hechos por Mestre está la
pauta publicitaria para el dispositivo mediático local que le brinda cierta
protección todavía, pero las investigaciones que recién comienzan tal vez le
traigan remezones imposibles de tapar con plata; entonces su deslucida y pobre
gestión puede terminar en serios problemas. Una de las causas por la que se lo
vio muy nervioso en la apertura de sesiones ordinarias del Concejo Deliberante
debe ser el escándalo CBI que empieza a correr como la mancha venenosa.
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