martes, 21 de enero de 2014

BEATRIZ SARLO, LA ABANDERADA DE LA DOBLE MORAL BURGUESA



Beatriz Sarlo ziszaguea siempre, a veces está lúcida y eso se nota en sus interpelaciones y la mayoría lo hace con la lupa de fisgona pequeñoburguesa que es, una señora flaca, fané y descangayada. Su cultura y su siquis anclan juntas en el pequeño mundo porteño, la brújula sarliana no se mueve de ahí y de las redacciones amigas que la invitan a exponer sus análisis sesudos de porteña clásica.
Ziszaguea, no sabe que hacer con la cuestión de los derechos humanos. Reinvindica lo hecho por Alfonsín – siempre meritorio y fundante – y se pierde en el retroceso de los indultos y las leyes que pretendieron sembrar un campo de impunidad para los terroristas de estado; alguna vez insistió con la teoría de los 2 demonios o por ahí cerca anduvo. Y le quema en las manos como una papa caliente el recorrido del kirchnerismo y su política de derechos humanos que llevó a la cárcel a varios de los jerarcas de la dictadura.
La admiradora de los análisis políticos de Carrió, si Carrió, elevada a la categoría de sumum analista por Sarlo, una desquiciada resucitada electoralmente en la más europea de las ciudades por Lanata mediante el montaje de denuncias, plantea desde la columna de Perfil  una Conadep para los casos de corrupción en la era kirchnerista, funcionarios por cierto porque la Sarlo mira con un solo ojo.
Acaso alguna vez hizo referencia a las complicidades de los actores económicos durante el proceso? No han sido acaso los verdaderos ganadores durante el terrorismo de estado? No hubo despojos, ventas de bienes, apropiaciones ilegales de escrituras, empresas y ni hablar de recién nacidos, en los años en los que imperó el horror?
Mas acá,  la corrupción alcanza a los funcionarios solamente para Sarlo. No hay contrapartes y si las hay son todos del mismo lado.  No hay periodistas que cobraban en Repsol a través de sus esposas, ni hay periodistas corruptos, muchos de los cuales harían verdaderos malabares para explicar fortunas.
Conclusión; la señora habitué de las redacciones amigas suyas debe torcer su ética y ziszaguear para meter su opinión sin quedar mal con sus amos que después de todo son los que la bancan y la invitan a sus festicholas VIP en el Palais Rougge. 

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