La política ha perdido centralidad. La ausencia es notable.
La gran gladiadora hizo de su cuerpo el territorio de batalla y la salud se ha
resentido. En tanto, se suceden como las operaciones – casi todas al modo de
comedias costumbristas a esta altura. Un símil de operetas ejecutadas por los
mismos personajes o bien alternando con nuevos exponentes del fragmentado
dispositivo opositor.
Todos sorprendidos por un fallo que todo lo que hizo fue
poner las cosas en su lugar. 6 a 1, el voto minoritario proveniente de un fósil
atornillado vitaliciamente a un desempeño que debe tener más de tristeza que de
aporte sustancial al derecho, al revés de lo que proclama el engendro mediático
que ha hecho del aparato del monopolio vencido la única vía de construcción de
una propuesta política, mejor dicho anti-política. El derrotero de Elisa Carrió
ha sido una constante de traiciones , exponente de una vida atravesada por el
resentimiento, un turbio andar que arrancó con su temprana adhesión a la
dictadura a la que prestó servicios siendo joven y que siguió por posiciones
entre admonitorias, místicas, con inclinaciones hacia derechas e izquierdas
según el olfato del humor social del momento. Semejante vacuidad, más los
recursos psicodramáticos y una puesta en escena entre victimaria y megalómana
la ubican en el terreno de las demandas portuarias siempre propensas a ser
colonizadas por el soporte
comunicacional que hace eje en la descomunal capital argentina. En su tierra de
origen hace rato que habría sido puesta al descubierto, de hecho es
inexistente. Tiene el perfil de una renegada, sin más mundo que ella misma.
¿Sabe alguien acaso de su vida privada? ¿Alguien conoce como es su conexión
familiar? Nadie. Salvo la historia de la casa quinta en Exaltación de la Cruz
que la buena dama adjudica a un grupo de ¿“militantes”? de su ¿”fuerza
política”? la altruista construcción. Turbia. Trucha. Así mismo es la portavoz
de un sector de la sociedad. Es también una mandataria del Grupo Clarín. Una
denodada grabadora de los programas de Jorge Lanata que después presenta como pruebas en su rol
de denunciadora serial y de salvadora moral de la República, con la que se
llena la jeta sin nunca dejar claro de que se trata la idea que no pasa de ser
un recitado del tradicional esquema montesquiano que le alcanza y sobra para que un sector de
incautos y otros vivos repitan como loros y eleven a Fayt – Fayt, nada menos- a
la simbología de padre tutelar de la República. Fayt es un viejo vivo que está
sentado contra la ley merced a una cautelar corporativa cuando debería darse
por enterado que ya tiene tataranietos. Carrió sabe que salvo una de sus anunciadas
catástrofes se cumplan y en una emergencia de tal magnitud que no haya quedado
un solo habitante con vida salvo ella, nunca será presidenta. La Argentina
puede desvariar a veces pero no para ir hacia el suicidio en masa.
Otra cuestión que ha pasado inadvertida por estos días son
los alentadores datos sobre el porcentual obtenido en las elecciones
legislativas por personajes de la calaña como Luis Barrionuevo, Momo Venegas,
Ramón Puerta, Jorge Yoma, - arrojados a la indigencia política y un aparte para
los Julio Bárbaro y Piumato, borrados del mapa en las PASO, la despedida de
Claudia Rucci del curro que supo conseguir de la mano duhaldista y que el
devaluado coloradismo no pudo asegurarle, la magra cosecha de los Rodríguez Sá
en sus andanzas extrapuntanas, la escasa traducción entre los “me gusta” del
Facebook y los votos que la caterva de caceroleros del inframundo obtuvieron. Para
la anécdota queda la amarga queja de Marga que sintió en carnes propias el
disfavor del Grupo que esta vez eligió posar sus cámaras por la zona Norte del GBA. El Grupo, en
tanto, de a poco y con “Manzan” de por medio va
asimilando el fallo.
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