lunes, 11 de noviembre de 2013

LA NADA DE ELISA CARRIÓ Y LA CENTRALIDAD DE CRISTINA

La política ha perdido centralidad. La ausencia es notable. La gran gladiadora hizo de su cuerpo el territorio de batalla y la salud se ha resentido. En tanto, se suceden como las operaciones – casi todas al modo de comedias costumbristas a esta altura. Un símil de operetas ejecutadas por los mismos personajes o bien alternando con nuevos exponentes del fragmentado dispositivo opositor.
Todos sorprendidos por un fallo que todo lo que hizo fue poner las cosas en su lugar. 6 a 1, el voto minoritario proveniente de un fósil atornillado vitaliciamente a un desempeño que debe tener más de tristeza que de aporte sustancial al derecho, al revés de lo que proclama el engendro mediático que ha hecho del aparato del monopolio vencido la única vía de construcción de una propuesta política, mejor dicho anti-política. El derrotero de Elisa Carrió ha sido una constante de traiciones , exponente de una vida atravesada por el resentimiento, un turbio andar que arrancó con su temprana adhesión a la dictadura a la que prestó servicios siendo joven y que siguió por posiciones entre admonitorias, místicas, con inclinaciones hacia derechas e izquierdas según el olfato del humor social del momento. Semejante vacuidad, más los recursos psicodramáticos y una puesta en escena entre victimaria y megalómana la ubican en el terreno de las demandas portuarias siempre propensas a ser colonizadas por el  soporte comunicacional que hace eje en la descomunal capital argentina. En su tierra de origen hace rato que habría sido puesta al descubierto, de hecho es inexistente. Tiene el perfil de una renegada, sin más mundo que ella misma. ¿Sabe alguien acaso de su vida privada? ¿Alguien conoce como es su conexión familiar? Nadie. Salvo la historia de la casa quinta en Exaltación de la Cruz que la buena dama adjudica a un grupo de ¿“militantes”? de su ¿”fuerza política”? la altruista construcción. Turbia. Trucha. Así mismo es la portavoz de un sector de la sociedad. Es también una mandataria del Grupo Clarín. Una denodada grabadora de los programas de Jorge Lanata  que después presenta como pruebas en su rol de denunciadora serial y de salvadora moral de la República, con la que se llena la jeta sin nunca dejar claro de que se trata la idea que no pasa de ser un recitado del tradicional esquema montesquiano  que le alcanza y sobra para que un sector de incautos y otros vivos repitan como loros y eleven a Fayt – Fayt, nada menos- a la simbología de padre tutelar de la República. Fayt es un viejo vivo que está sentado contra la ley merced a una cautelar corporativa cuando debería darse por enterado que ya tiene tataranietos.  Carrió sabe que salvo una de sus anunciadas catástrofes se cumplan y en una emergencia de tal magnitud que no haya quedado un solo habitante con vida salvo ella, nunca será presidenta. La Argentina puede desvariar a veces pero no para ir hacia el suicidio en masa.
Otra cuestión que ha pasado inadvertida por estos días son los alentadores datos sobre el porcentual obtenido en las elecciones legislativas por personajes de la calaña como Luis Barrionuevo, Momo Venegas, Ramón Puerta, Jorge Yoma, - arrojados a la indigencia política y un aparte para  los Julio Bárbaro y Piumato,  borrados del mapa en las PASO, la despedida de Claudia Rucci del curro que supo conseguir de la mano duhaldista y que el devaluado coloradismo no pudo asegurarle, la magra cosecha de los Rodríguez Sá en sus andanzas extrapuntanas, la escasa traducción entre los “me gusta” del Facebook y los votos que la caterva de caceroleros del inframundo obtuvieron. Para la anécdota queda la amarga queja de Marga que sintió en carnes propias el disfavor del Grupo que esta vez eligió posar sus cámaras  por la zona Norte del GBA. El Grupo, en tanto, de a poco y con “Manzan” de por medio va asimilando el fallo.


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