Los restos de la Co(a)lación Cívica, ese emprendimiento fallido de Elisa Carrió, siguen esparciendóse por todas las latitudes. Un ejemplo son los avatares por los que atraviesa la candidata a intendenta de Córdoba, Laura Sesma a casi una semana de las elecciones municipales. Sin ninguna posibilidad de terciar en una pelea que tiene configurado un escenario reservado para tres contendientes que por estas horas están sometidos a la volatividad de un voto definitorio y que puede arrojar cualquier resultado. Hace un año Ramón Mestre (h) viene haciendo la plancha pero los sobresaltos del reacomodamiento que dejaron los resultados de las últimas elecciones en Córdoba han licuado la ventaja sobre sus oponentes y estacionado en una meseta de 30 puntos ve como Olga Riutort y Pichi Campana amenazan sus ambiciones de sentarse en el sillón mayor del Palacio 6 de Julio.
Sesma camina con el paso cambiado, proviene del socialismo de la rosa, el socialismo chirlón que hace rato que no es ni fu ni fa; socios menores del radicalismo, la propia Sesma fue funcionaria de Ramón Mestre en su gobernación viró hacia las huestes biblícas de la Coalición Cívica que en las primarias de Córdoba rascó la olla y llegó raspando al piso. Con ese panorama y mientras se observa un mejor posicionamiento de Hermes Binner su apuesta a Carrió la hace caminar sin anclaje en sus pretensiones módicas de acceder a un banca en el Concejo.
El desguase de la fuerza de Carrió y su acelerada salida de escena por imperio de la soberanía popular que mandó al fondo de los mares a ese armado que medraba de la antipolítica sin percibir el cambio de época y la revalorización de la militancia por sobre los sets televisivos, arrastra a los mojones que a la vera del recorrido tributaron a una construcción equizofrénica con pretensiones de elitismo; Sesma es uno de ellos.
Así va sin brújula hacia el 18 de setiembre, con sus banderines desflecados, dando pena.
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