RODOLFO GIMENEZ (a) ARGENTINO LUNA

El hombre debe ser como un simbolismo de ese intento que promueven desde hace tiempo las agrupaciones tradicionalistas; esas que predican a la china cebando mate y al gaucho al mando, el machismo primitivo de las pampas. Argentino Luna expiró. Se fue con sus letras oportunistas y los acordes de siempre. Debe ser de los pocos que jamás innovaron, de los que nunca se permitieron explorar lo nuevo para bajar estrellas del cielo para iluminar los costados del río, al contrario fue siempre previsible el hombre.
En tiempos de cantores prohibidos el sí cantaba, era un permitido. Un requerido más bien por el régimen que pregonaba el ser nacional. El era uno de ellos, a su manera. También lo fue hace mucho menos tiempo cuando pasó a ser el cantor preferido de los actos de la mesa de enlace.
Se lo vió en Cosquín de este año, igual que siempre. Previsible a morir. Poncho y guitarra, aire mandón, un par de guitarras al costado para entonar un nuevo hit del pibe abandonado y de que ya vendrá algún criollo a mandar en la Rosada.
El "bravo" sureño, ese silencioso cantor de la dictadura se aprovechaba de esta democracia, que seguramente nunca valoró, para echar sus alaridos en la Próspero Molina, los mismos acordes, el mismo tono, la misma sanata.
Su arte berreta y comercial no deja huellas profundas, tiene la liviandad de la hoja desprendida en el otoño. La liviandad de su música, la pobreza del oportunismo, la miseria de la cobardía.