miércoles, 10 de noviembre de 2010

SE MURIO Y ERA LA NADA MISMA


No soy troglodita. Siempre pensé que los que se alegran por una muerte son escoria pura. La muerte de este tipo no me produjo nada, es que no lo tenía ni registrado, siempre en mi cabeza estuvo la foto congelada de ese trío de asesinos que asaltaron el poder legítimo el 24 de marzo de 1976, y sinceramente pensaba que ya había muerto.
Fue un cobarde. Un asesino. Un traidor. Fue jefe de una banda mafiosa que se apropió del Estado para convertirlo en una siniestra máquina de matar, torturar, violar, desaparecer personas, robar identidades. A esa clase de lacra perteneció este tipo.
Pero no fue solo él. Fue uno de los ejecutores, uno de los autores materiales del saqueo y del genocidio, uno de los principales ejecutores del horror. Los autores intelectuales, esos a los que hasta el mismo tipo que comandaba una de las tres fuerzas armadas se les arrugaba, siguen impunes. También, sus cómplices: la iglesia, la prensa, la dirigencia agraria y empresarial. Las corporaciones.
De tan vivo, de tan guapo con las armas contra gente indefensa, de tan dueño de la vida de muchas personas no era más que un instrumento de los Martínez de Hoz & Cía, de los "Chicago Boys".
Este tipo ya estaba muerto hace décadas. Era un muerto civil. Un maldecido que ni siquiera podía caminar por las calles y, encima con pedido de captura en el mundo; juzgado y condenado en otros países. El tipo ya era nadie hace rato. Era nada.

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