
Estamos a pocas horas de un momento crucial. O cortamos amarras con la Argentina del pasado o avanzamos hacia una construcción más igualitaria. Se trata de eso, nada menos, que momento.
En estos días hemos escuchado y visto de todo. La reacción no se privó de nada, desde la guerra de Dios proclamada por esta suerte de fanático con mezcla de cínico que es el cardenal hasta la puesta en escena de personajes grotescos y retrógrados como un tal diputado Olmedo de Salta. Nuevamente es el Peronismo que el viene a sacudir las estructuras anquilosadas, a abrir las puertas y las ventanas para que entre aire fresco y oxigene, a desprenderse de pesados e innecesarios lastres, encima costosos, con pretensiones de regir por encima de la constitución, el estado de derecho y las leyes. Cada sector tiene su lugar en una democracia plena, pero ninguno puede tener preeminencia sobre ninguno.
La etapa de los grandes cambios sociales, culturales, políticos y económicos de la Argentina de Perón también encontró a la jerarquía católica dispuesta a combatirla. Y llevó a los hechos la confrontación contra el Peronismo. Los anatemas, las excomuniones y todas esas sarta de castigos infernales que le aplican a todo aquel que no piensa y actúa como esa estructura conservadora le fueron aplicados a Perón. Perón hubiera ido a parar a la hoguera en tiempos de Torquemada, sin dudas.
Hoy es un gran día. Un día hermoso. Se respira libertad, igualdad y fraternidad. Es maravilloso lo que sucede y tenía que darse en un Gobierno Peronista, justamente.
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