lunes, 26 de julio de 2010

Ninguna igual


Quién como Ella? Quién más que Ella? Que otro trayecto es sino más intenso y fecundo que el Evita trazó en su vida efímera ? Que huellas que alguien haya dejado tras sí continúan indicando el camino de las luchas populares y justas? Que otro nombre puede resumir, por si sólo, la justicia social como valor irrenunciable a alcanzar, y reflejar los millones de rostros humillados y su sed de justicia? Que otra imagen confronta, tan claramente, con los privilegios; cuál otra incomoda más las mesas de la opulencia que la suya? Alguien más puede dar semejante testimonio de un amor desmesurado, como para pedirle perdón a Dios por no poder concebir el cielo sin Perón; y decir también que quiere quedarse eternamente con Perón y con el Pueblo? Alguien que pueda inspirar a los poetas, a los cantantes, a los artistas como Eva, alguien hermoso a quien cantarle ? Que además, pueda encender las pasiones y hacer el camino a la victoria más alegre? Y que sea capaz de iluminar ese camino como una antorcha y a la vez ser la bandera de la Revolución ? Que haya pronunciado, como Ella, las palabras más ardientes y haya dicho que no habrá paz en el mundo mientras no haya justicia social para los pobres? Alguien que haya puesto las cosas tan en claro, como de que lado se está en esta partida? De que lado los traidores y de lado los leales. Y que sería Ella, la que saldría con las mujeres y los hombres del Pueblo, viva o muerta, el día que toquen a Perón. Eva, el escudo de Perón y la bandera del Pueblo.

En un puñado de años construyó una obra de siglos. Y si es como se dice que se cosecha lo que se siembra, y Ella vaya que sembró, el amor que su pueblo le prodigó superó en creces el odio de sus enemigos. Desarmó la estructura oprobiosa de la limosna y tiró por las cabezas las monedas que humillan para imponer a la dignidad como concepto de la ayuda social; desde el derecho que asiste a los que demandan por una necesidad. Construyó ciudadanía con las mujeres con el voto femenino y metió sentimientos en la política. Una descamisada que la clase obrera identificó como una de las suyas y le tranfirió el poder de representarla como a nadie más.

Los griegos decían, sabido es, que los predestinados a una muerte joven son compensados con una vida intensa y fecunda frente a otras tan prolongadas como vacuas. Como Alejandro y como el Cristo, en el que Ella creyó y no en el que los mercaderes de indulgencias inventaron, murió a los 33 años. Una flor arrancada antes de tiempo, como Job lo diría.

Evita, reina y plebeya, nos dejó un legado imperecedero; que la vida adquiere su verdadero valor cuando se la vive por un ideal que vale más que la vida misma.

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