domingo, 27 de junio de 2010

posteo una opinión importante, vale la pena leerla


EL SENADO DECIDIRÁ EL 14 DE JULIO TANTO EL MATRIMONIO DEL MISMO SEXO
COMO LA ENTRADA AL SIGLO XXI
por Rafael Freda

Para quebrar las amarras que la atan al siglo XIX, la Nación Argentina
necesita separar la Iglesia del Estado. La meta última debería ser la
modificación del artículo 2do de la Constitución Nacional. Pero el
objetivo cercano es ahora reformar la Ley de Matrimonio Civil para que
puedan usarla todas las personas, y no solamente personas de sexos opuestos.
Esta innovación ayudará a separar Iglesia y Estado y mostrará que una
raíz profunda de la discriminación contra los y las homosexuales es
religiosa.
La unión que las parejas del mismo sexo exigen del Estado es civil, no
sagrada. En los orígenes de la Nación la Iglesia Católica peleó
primero a favor de España, y luego a favor de la preservación de su
control sobre la población y los recursos económicos que la población
y el Estado le aseguraban. Era difícil separar los vínculos civiles
de las ceremonias sacras, y la Iglesia abusaba de su poder negando
casamiento y sepultura a los “herejes”, su nombre favorito para
designar a los no católicos. La Constitución de 1853 acotó esos abusos
garantizando a los extranjeros el derecho de casarse, y Vélez
Sarsfield los incluyó en su Código con tal que tuviesen alguna
religión.
Este primer paso, después de una generación y otra guerra civil, fue
seguido por la creación del Registro Civil en 1888, que privó a la
Iglesia de parte de sus ingresos por casamientos, bautizos y
funerales, y con la reforma del Código que hizo pasar el matrimonio a
ser independiente de la religión o falta de religión de los
contrayentes registro civil. Así se recuperó para el Estado el poder
de unir personas.
La Iglesia siguió confundiendo el matrimonio civil con el sacro,
afirmando que el matrimonio se originaba en Dios, cuando su genealogía
se remontaba apenas a Constantino, el emperador que quiso salvar a
Roma haciendo del cristianismo la religión oficial. Fracasó y dio paso
al oscurantismo de la Edad Media, donde la iglesia fundió en un rito
único el matrimonio de los patricios y el casamiento de la plebe,
amenazando con el infierno a los que no la obedecieran.
El casamiento como simple acto de cohabitación de personas sin
patrimonio no requería matrimonio porque carecía de herencia, y sin
patrimonio no hay matrimonio. Pero en los siglos XX y XXI hay un
porcentaje de la humanidad con bienes que legar mucho mayor que en
cualquier otra época histórica; y la cambiante institución del
matrimonio, que iba absorbiendo los cambios de la sociedad y la
cultura casando lo impensable antes del siglo XIX; como era unir
judíos con católicos, blancos con indios, criollos con turcos, se
enfrenta al cambio hoy de no unir sexos, sino personas.
De los casamientos surgen familias, y sin duda la familia resultante
de un casamiento puede incluir progenie. Pero acotar el concepto de
familia y por tanto los deberes familiares resultantes a que exista
progenie dio lugar a enormes arbitrariedades y fue parte de la
sujeción de la mujer. El marido podía repudiar a la mujer que no le
daba hijos, como lo hizo Enrique VIII con Catalina de Aragón, y si la
Iglesia de Roma no accedía al divorcio lo hacía la de Inglaterra, y no
hubo división de bienes porque eran reyes y tenían mucho los dos. Para
las mujeres pobres, el casamiento tutelado por el Estado fue un
beneficio. Así los maridos ya no pudieron repudiarlass por ser
estériles, por no darles hijos varones, por no ser sumisas; y cuando
el Estado tuteló no sólo la unión sino también la separación, cosa que
había intentado en 1954 y que había sido revocada por la devota
Revolución Libertadora, y que requirió una generación más para
lograrse en 1987, mediante el divorcio que separaba personas y bienes,
quedó absolutamente en claro que, a pesar del nombre, la Ley de
Matrimonio argentina se refiere a una institución laica, no a un
sacramento.
En esta larga evolución el matrimonio ha ido superando diferencias,
incorporando modificaciones y prescindiendo de prohibiciones hasta
llegar a ser esta entidad múltiple que es hoy, entre cuyas funciones
(no la única ni la definitoria) puede estar la procreación. La
familia creada por un matrimonio heterosexual puede descubrir que es
incapaz de tener hijos y no por ello deja de ser socialmente útil: en
última instancia, pueden recurrir a la adopción o a la fertilización
asistida. Esto también ocurre con las parejas del mismo sexo, que hoy
reclaman que el Estado les otorgue la misma confianza y protección que
a las parejas de distinto sexo, y que sus hijos e hijas tengan
igualdad de derechos con los hijos e hijas de parejas heterosexuales.
Las minorías sexuales desean el matrimonio porque enaltece a quien
entabla tal unión y refuerza las bases de la familia y de la sociedad.
Acudir a los pactos internacionales para sostener que “familia” es
sólo unión de mujer y varón es olvidar el art. 77 inciso 22 de nuestra
Carta Magna, que establece que dichos pactos “no derogan artículo
alguno de la primera
parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los
derechos y garantías por ella reconocidos “, y el artículo 16
establece de una vez y para siempre: ”todos los ciudadanos son iguales
ante la ley”. Esta igualdad es una garantía proveniente de un derecho
moral de origen laico. Es inviolable. Ninguna interpretación de los
pactos internacionales puede vulnerarlo.

Libertad e igualdad son principios morales laicos fundantes, que no
necesariamente se incluyen en la moral cristiana, donde para los
varones existen siete sacramentos en tanto que las mujeres cuentan con
solamente seis, y donde la obligación de obediencia mengua la libertad
y perpetúa el origen monárquico de la Iglesia. Una monarquía no sabe
respetar la
diferencia, y es por eso que el hoy Benedicto XVI, en las
“Consideraciones sobre las Legislaciones de Unión de Personas
Homosexuales” del año 2003, cuando era todavía Cardenal Ratzinguer,
incita a los políticos católicos a insubordinarse contra las
autoridades civiles y los principios democráticos, al filo del delito
de sedición.
Hay un principio biológico que no admite excepciones: no hay un
individuo igual a otro. Se cumple en todas las especies, incluso en
los seres humanos. Pero estas diferencias pueden ser usadas
malintencionadamente como legitimación de superioridad: los blancos
afirmaron que su color les daba derecho a sojuzgar a los negros; los
jerarcas del catolicismo que su religión les daba derecho a matar
herejes o entregarlos a las llamas, y una mayoría de varones siguen
creyendo hasta hoy que su condición viril les da superioridad sobre
las mujeres. La naturaleza no discrimina, el ser humano sí. Muchos son
heterosexuales, una minoría homosexuales, un grupo aún más pequeño
bisexuales; pero estas diferencias no autorizan a violar el principio
moral de la igualdad ante la ley. No hablamos de la igualdad entre
individuos, porque es ley natural que en el pasado, el presente y el
futuro haya personas homosexuales distintas entre sí y distintas de
los heterosexuales; pero estas minorías sólo pueden enamorarse de
personas del mismo sexo, y por ende solamente pueden formar familia
con parejas del mismo sexo. Nadie elige su condición sexual, pero hoy
la ley permite a los heterosexuales vivir su sexualidad plenamente y
veda a los homosexuales hacer lo mismo. La ley debe entonces ser
modificada, porque es laica y no puede estar por encima de la
Constitución, y porque no es una ley “natural”. La única ley natural
que subsiste en el siglo XXI no es la formulada por San Agustín, que
llamó “ley natural” a una mezcla de Aristóteles, los estoicos y
Cicerón. Su “derecho natural” ya no existe en el derecho civil. La
única ley natural que debemos reconocer es la
evolución de las especies, y los obispos niegan hoy a Darwin como ayer
negaron a Galileo. Esta nueva “ley biológica” es muchísimo más
compleja de lo que jamás soñó Tomás de Aquino, que nada sabía de
óvulos y espermatozoides, descubiertos en el siglo XIX, ni de las
complejidades de la gestación y de la sexualidad humana. Todavía menos
sabía de la orientación sexual, establecida en la gestación y por
tanto innata o influida en gran medida por el ambiente uterino durante
el desarrollo prenatal. La heterosexualidad, la bisexualidad y la
homosexualidad son variantes naturales de la sexualidad humana,
distribuidas en diferentes proporciones entre la población.

El feudalismo y el oscurantismo todavía combaten a la libertad y la
igualdad en las provincias más antiguas del país. Allí es donde se
encuentra más resistencia a abrir la ley del matrimonio a todas las
personas. Lograr que el Senado, representante de las provincias y no
de la población, apruebe esta ley significará que esas provincias se
han sacudido sus cadenas feudales y que la escuela sarmientina ha
logrado disipar la oscuridad de las mentes. Hoy el retrato de
Sarmiento ha sido retirado de la oficina del Ministro de Educación del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, porque disgustó al cardenal
primado; la derrota de la modificación de la Ley de Matrimonio será
equivalente a la derrota de la escuela y el conocimiento racional.
En cuanto a que es necesario privar a los homosexuales del derecho de
adopción en defensa de niños, niñas y adolescentes, es una objeción
irracional que oculta desprecio y resquemor contra ellos, tanto como
la sátira y la burla ocultan desprecio machista. Son batallas
culturales que requieren otros campos para ser libradas. Ésta es una
batalla política, que puede ayudar a liberar al Norte y el Nordeste de
sus ataduras feudales, y a la ciudadanía de sus ataduras religiosas.
El resultado de esta pelea lo sabremos el 14 de julio. Si el Senado
devuelve a Diputados la ley modificada para hacer distinciones entre
heterosexuales y homosexuales, la Argentina retrocederá a donde estaba
Estados Unidos antes del busing de Kennedy o Sudáfrica antes de
Soweto; y nuestro pueblo aprenderá que los políticos hacen que la
Constitución se arrodille ante los religiosos, los violentos y los
poderosos. Parte del camino andado desde que cayó la dictadura se
desandará, y se despertarán algunos monstruos hoy dormidos.

--
Rafael Freda
Presidente de Federación CREFOR www.crefor.org.ar
Presidente de SIGLA www.sigla.org.ar
DIrector de INSUCAP www.insucap.org.ar

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